lunes, 8 de julio de 2013

Celia Correa Zapata


Celia Correas de Zapata (n. 9 de octubre de 1935, Mendoza, Argentina) Escritora, académica, y poeta argentina, siendo además una destacada estudiosa de la historia de las escritoras latinoamericanas.

Hija del destacado Edmundo Correas y nieta del célebre Juan de Dios Correas, ambos muy importantes en la historia de su ciudad natal: Mendoza. Es profesora de literatura en la Universidad Estatal de San José, en California.


Nacida en Argentina, actualmente reside en California. Ha editado, entre otras, la antología Short Stories by Latin America Women: The Magic and the Real con una introducción de Isabel Allende. Publicó un importante artículo en 1985: “Escritoras latinoamericanas: sus publicaciones en el contexto de las estructuras del poder”. Revista Iberoamericana, volumen 51 : 591-603. Además publicó los libros: Short stories by Latin American women: the magic and the real. en el 2003,  Isabel Allende: vida y espíritus en el 1999, Aqua regia. Editores Universidad de Puerto Rico, en Mayagüez Campus, Río Piedras Campus, y Fundación Puertorriqueña de las Humanidades en el 1987,  Tiempo ajeno (poesías) y Detrás de la reja: antología crítica de narradoras latinoamericanas del siglo XX, en 1980,  Ensayos hispanoamericanos. Volumen 1246 de Serie popular, 1978,  Cruz del Sur: poemas en 1976, Ecos de Antonio Machado en Leopoldo Panero en el 1973 y Cantos de evocación y ensueño en el 1968. 


Carta de Isabel Allende a Celia Correas Zapata
desde Madrid
enero de 1992
 
.......... Aprovecho unas horas muertas para escribirte, a pesar de que las cartas demoran tanto, que cuando recibas ésta ya Paulita estará bailando flamenco y esta pesadilla habrá quedado atrás.
.......... Willie llegó a verme y su visita me ha hecho bien, compruebo que tengo una vida fuera del hospital, donde he pasado noche y día del mes de diciembre y parte de este enero . Existe un hombre, que es mi marido, otro hijo, un nieto, amigos, el sol de California y una casa que me espera, con objetos queridos y flores plantadas por mí. Hay alegría en alguna parte... Pensaba que nunca más podría hacer el amor, reírme o saborear un buen vino, que algo irrecuperable se me había quebrado adentro. No es así.
.......... Tengo a Paula conmigo siempre, como cuando la llevaba creciendo en el vientre, una presencia constante y maravillosa. Trato de no verla sólo enferma, sino recordarla riéndose, con el pelo al viento, ver la linda muchacha que ella era y que volverá a ser. Me ha bajado una especie de certeza de que sanará, se irá a los Estados Unidos con su marido y un día no muy lejano estará mirando por la ventana los puentes de la bahía de San Francisco. Tal vez sea en una silla de ruedas, pero eso me parece tan poca cosa...¡Cómo se distorsionan las prioridades y los valores en una tragedia así! Me limito a rezar para que se salve, para que salga de terapia intensiva, para que vuelva a respirar sin ayuda, sin atreverme a pensar en los meses o años que vendrán después, tiempo terrible también en el que ella deberá luchar como una desesperada para obtener minúsculas victorias. Un día moverá una mano, otro día volverá a sonreír, y así, como un bebé, deberá aprenderlo todo de nuevo. Uno de los aspectos más temibles de la porfiria es que un tercio de los pacientes que se recuperan de una crisis como ésta tienen problemas mentales. Se produce una depresión orgánica difícil de tratar, porque no pueden tomar fármacos. Alucinaciones, tendencias suicidas, melancolía, Ojalá nos libremos de eso, mi pobre hija ya ha sufrido bastante.
........... A ratos me espanto ¿cómo puede habernos pasado esto? Estos dramas les ocurren a otras personas... ¡siempre a otras! A veces con mi mamá sacábamos cuenta de lo afortunados que somos en nuestra familia, la violencia y la muerte nos han rondado siempre, pisándonos los talones, pero nunca nos tocaban. Escapábamos siempre como jabonados, pero escapábamos. Ahora el dolor no nos suelta, siento que me voy a morir, que no puedo meter aire en los pulmones. Pido al cielo que le dé a Paula mi energía y mi salud, ya he vivido 49 años y he hecho todo lo que se puede hacer ¿qué más? ¿por qué ella y no yo?
.......... Con la enfermedad de Paulita todo cambia. Willie y yo estaremos separados, no te imaginas cómo nos duele, pero no hay otra solución. Él no puede dejar su trabajo y yo pasaré el año entero en Madrid. Viajaremos, pero por mucho que lo hagamos no será suficiente. Nos encontramos muy tarde en la vida, por eso nos habíamos propuesto no separarnos nunca, pero a veces uno no controla nada, el destino hace una trastada y nos deja mirando en otra dirección. Pienso en Ernesto, que tanto quiere a Paulita. Me dijo que la echaba de menos, que le hace falta, que la casa sin ella parece un hueco vacío. Ese hombre tendrá que ser muy fuerte y muy paciente, porque no tendrá hasta mucho tiempo más la novia con la cual se casó.
.......... El dolor es algo muy extraño, es como un aprendizaje necesario. Sin dolor no crecemos realmente. Al principio uno se defiende, patalea, resiste, lo niega, lo rechaza, se enoja, pero el dolor es persistente y al final siempre gana y te dobla la mano. Si eres fuerte y tienes suerte, te dobla pero no te quiebra. Hay un momento de aceptación, te das cuenta lentamente que no hay escapatoria posible y que debes beber hasta la última gota de ese cáliz. Sufres no más, sin atenuantes y llegas al fondo, das una patada y empiezas a emerger a la superficie. Sé que ese momento llegará para mí, así ha sido antes en mi vida. Pero ahora estoy todavía en la etapa de la negación y el rechazo, por eso el dolor me duele más. Si pudiera abrirme y recibirlo como una esponja, sin oponerle resistencia, dejar que me invada por completo, hasta el último resquicio, pasaría a través de mí y luego se iría retirando. Dejaría machucones, cicatrices y recuerdos, pero se iría. Ernesto tiene una gran sabiduría natural, él acepta lo que ha pasado y está tranquilo en el sufrimiento, nunca lo he visto rebelarse, por el contrario, me dice que no me angustie, que todo lo que pasa es para mejor y que me ponga en manos de Dios. Hay seres como Ernesto, pero la gente pequeña, como yo, dudan de Dios y de sí mismos y necesitan recibir muchos palos para aprender ls lecciones indispensables. Éste es un lento camino hacia el conocimiento, tropezando varias veces con las mismas piedras, pero al final tal vez llegue a vieja con algo de sabiduría.
......... En estos momentos he aprendido que lo único verdaderamente importante es el amor. Paula sembró cariño a o largo de su vida y ahora lo cosecha para ella y también para mí. Es muy conmovedor comprobar cuánta gente quiere a mi hija. ¡Mi Paulita! Ay, Celia, ¿cuándo terminará esto? ¿qué nos espera? Ya no puedo más...
 
 
Isabel Allende, Vida y espíritus
Celia Correas Zapata
Plaza y Janés 1998

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